Fotografía: Edgardo Marval - Reportaje de Status Magazine, Marzo 2011
La pastillita mágica que te alivia el alma
Con la premisa siempre de “hacer lo que a uno le guste”, llega con sus ojos grandotes y super expresivos, con su sonrisita bellaca y un tesón admirable Wilfredo Javier Arias Medina, miembro orgulloso de un linaje de músicos. Para este Técnico Superior en Administración de Empresas Petroleras, la música juega un papel primordial dentro del espectro de los sentimientos y la pasión; para él, la música es “esa pastillita mágica que te alivia el alma”.
Lo he visto tocar en Caracas junto al Inmenso; lo he escuchado “sabrosear” con sus antiguos compañeros de trabajo en Briguti, la gente de BoomShong Vallenato; y en mi más reciente cumpleaños amenizó la velada al lado del negrito Alberto Jiménez. He tenido la dicha de sentir en los ventrículos de mi corazón el sonido nostálgico y penetrante de su caja flamenca, ejecutada con elegante brío al compás de un sinfín de variadas canciones.
El ex integrante de “Son 4” confiesa que su afición por la percusión se deriva de la fluidez e intuición con la que debe ser ejecutada, y orgulloso remite que los retumbos son parte esencial al momento de darle sentido a una canción. Hace un esfuerzo para mencionar solo a algunos de los músicos percusionistas que admira y que han sido influencia para él: “El Pavo Frank, Rafael Simón Bolívar, Carlos "nene" Quintero, Denis Vilera, Giovanni Hidalgo, Richie Flores, Horacio "El Negro" Hernández, Marc Quiñones” entre muchos otros.
Wilfredito, no es un huesito fácil de roer, es muy cauto, racional y desconfiado. Pero una vez superadas las barreras de la familiaridad, se encuentra uno con un corazón enorme cubierto de alegría y relleno de nobleza, que endulza y nutre a la elite selecta que goza de los beneficios de su amistad y de su cariño.
En la actualidad, sus días transcurren entre la representación en ventas de una marca de galletas muy reconocidas a nivel nacional y sus tigritos como percusionista; literalmente es “rico” verlo y saludarlo porque aparte de un comentario jocoso siempre te recibirá con una deliciosa muestra de sus productos. Es callado, y muy observador, aunque no se guarda nada cuando reclama sus derechos y defiende sus puntos de vista.
Su carrera artística lo ha llenado de muchas satisfacciones, de innumerables recuerdos, de poderosas vivencias, de divertidos viajes y, de una visión más clara y cercana sobre el mundo de la música en Venezuela, tema sobre el que infiere: “Se nota un crecimiento bastante asertivo a pesar del poco apoyo que se observa en los medios a lo hecho en casa (llámese producción Venezolana de cualquier género), hay gente creando nuevos estilos musicales lo cual brinda un compás más amplio al gusto de los oyentes.”
La experiencia sobre las tablas le ha dado la capacidad de aguantar la presión de la noche, de las fiestas y de las exigencias del público, forjando en él una habilidad única y asombrosa para mantener el control y la cordura hasta la hora de las arepas de Guadalupe en el Mercado de Coro. Y admite añorante que estar en el escenario es transportarse a un universo surrealista donde el único idioma hablado es el de los pentagramas.
Aunque hace música desde chiquito, sabe que aún hay un camino largo por recorrer, y en relación a aquellas condiciones que se requieren para osar a incursionar en las lides del lenguaje universal, de su intelecto saltan oportunas dos palabras: paciencia y perseverancia. Y al respecto añade para culminar, que también es importante el gusto profundo por el instrumento que decidas ejecutar.
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