Fotografía: Luís Gerardo García
Ciertamente nos ha tocado vivir en un mundo interesante, hermoso, caótico y a punto de colapso. Con una crisis económica y social que sacude de manera contundente y amenazante nuestras casas, nuestras calles, nuestros bolsillos, nuestro temple y nuestra psiquis colectiva. Ya he dicho que es de valientes levantarse todos los días y salir a la calle a buscar el sustento, a defender los territorios conquistados y heredados, y luchar por la consecución de nuestras metas.
Metas que poco a poco se han ido reduciendo a la supervivencia dentro de un status medianamente soportable, que nos permita vivir en familia y no en comuna bajo un techo poseedor de las condiciones mínimas para la habitabilidad, y con la nevera provista de los ingredientes de una dieta básica que deje al menos mantener la salud física.
Presas de la incertidumbre y el desasosiego caemos rendidos víctimas de la depresión, aplastados por el peso de las penurias económicas que cada vez hacen más aciago el camino en pos de alcanzar los sueños. Es más fácil ahorita bajar la cabeza y llorar en silencio o en tribu, encontrando en los tormentos de los demás un poco de consuelo al saber que no somos los únicos oprimidos. Es más cómodo abandonar la lucha y la marcha en contra de la corriente, y ante el primer obstáculo desistir. Es más común hoy día, soltar la carretilla y echarla por un barranco, esperando que la ventolina nos empuje a nosotros también por ese acantilado o nos lleve la corriente a ver a donde nos hace encallar.
Nadie ha dicho que es fácil, nadie lo logra rápido, nadie se lleva los 200 pesos sin pasar por GO. Y aunque al túnel le falten bombillos, o se los roben que es peor . . . el reto no debe dejar de ser asumido. Recordemos que somos parte de un todo, de un universo mágico, que tiene vida y la provee, que salta, que camina, que evoluciona constantemente y cada vez más rápido. Tan vertiginosamente rápido que no nos da tiempo de apreciar los cambios, y por eso los sentimos como un fuerte apretón que nos deja sin aire y nos marea.
Entendamos también que aunque el problema sea macro, también es nuestra culpa. Y de alguna forma estamos pagando la apatía y la negligencia que como integrantes de una sociedad, en momentos claves nos hacía mirar dentro de las gríngolas de nuestro egoísmo sin observar las realidades que como no nos afectaban directamente a nosotros, desconocimos con prepotencia y hasta con desdén. Y cómo no se trata de acusarnos, ni de flagelarnos con el látigo filoso de nuestras omisiones, sino más bien de determinar donde está (o estaba) el nudo crítico, y el momento de inflexión.
Todos los días se nos brindan lecciones importantes, maravillas cotidianas, mágicos encuentros, regalos escondidos, ofertas de mejoras y oportunidades para hacer el bien a los demás . . . y por lo general estamos tan concentrados alimentando el ego que le pasamos de largo a estas ofrendas diarias por no abrir la mente, el alma y los ojos del corazón. Y bueno, ya lo pasado no se puede cambiar, y como el futuro aun no llega, lo mejor es despertar HOY.
Libérate de las cadenas de la frustración y la neurosis colectiva, y ten presente que dentro de ti yace un tesoro infinito; que el mundo aun no es una causa perdida; y que así sea más difícil la lucha, no deja de ser gratificante sentir que se hace algo. Concéntrate alegre en cada instante, en cada acción, en cada bocado de comida, en cada sorbo de café, en cada palabra que escribes, en cada sonido que emites, en cada canción que escuchas, en el aire que respiras y en cada paso que das. Agradece al universo y a Diosito por todas las bendiciones y LEVANTA LA CARA, para que disfrutes del espectáculo que nos brinda el cielo azulito radiante de sol, y cuando está nublado y estruendoso también, y hasta la noche más oscura y vaporosa que algún sonido promete. Sonríe como ejercicio diario, que así te parezca que no tienes razones, de tanto hacerlo tu cerebro empezará a atraer todas esas cosas que provocan liberar endorfinas.
Hazte porfin responsable de las deudas contigo mismo y del rol que juegas en la vida de los demás. Acepta que no eres perfecto, y por lo tanto tu existencia tampoco. Mira los problemas como oportunidades de crecimiento y retos a superar, y en vez de caer en el enjambre ponzoñoso de la queja, usa tu energía para ser creativo y encontrar portales hacia soluciones que nadie ve. LEVANTA LA CARA, y deja que tus lágrimas se sequen con el viento, déjalas que se vayan al pasado y aprende de ellas. Hazte fuerte con cada peñón en el camino y practica todos los días la vida que quieres para ti.
