Fotografía: Megkaki en Tumblr.com
Cuando el corazón es azotado con la contundente realidad hostil que nos dice que como seres humanos somos capaces de realizar cruentos actos cargados de insano rencor y maldad, nos quedamos inertes, petrificados sintiendo por dentro un torbellino de emociones, sensaciones e ideas …
… Y se nos hincha la mente con el filo de proverbios que hemos escuchado en el colectivo: “Cuando veas las barbas de tu vecino arder …" “La maldad avanza porque el hombre bueno no hace nada" …
Y en el corazón se nos desgastan la FE y la esperanza, al mirar por la ventana del desasosiego y debatirnos entre enconcharnos dentro del caparazón de nuestras casas, arropados en nuestro miedo y abrazando a los que amamos sin el más mínimo intento de salir de allí; o, con la fuerza del coraje y la arrechera que produce esta mestastásica invasión de desamor e inmoralidad, nos dispongamos a la reconquista de nuestros espacios.
Y ¡si! ya nos disponemos a salir a la calle, con las venas rellenas de rabia y desayunando ganas de hacer justicia a punta de trancanzos y de patá y kung Fu. Pero entonces estaremos haciéndonos nosotros problema y no solución, estaremos contagiados del virus fatal que al más puro estilo hollywoodense nos está consumiendo en pandemia, ennegreciendo los corazones uno a uno, y sin contemplación.
Cómo somos gente de acción (porque también es la única salida), nos desesperamos por proceder y ponerle coto a la situación. Es aquí en este punto de inflexión, donde titila el botón con el que podemos cambiar el final del cuento. Teníamos que llegar hasta aquí, hasta este estado de angustia y presión para decidir ponerle el pecho a una búsqueda asertiva de solución. No con armas, ni con más violencia, sino con Amor y Optimismo, aunque parezca iluso y soñador.
Basta con observar sociológicamente porqué algunos de nuestros hermanos hacen uso de la violencia, porqué en sus corazones sólo hay resentimiento, y porqué TENER se conjuga más que SER. Y sin querer hacer un ensayo sobre el origen de la maldad, porque haríamos otra Alexandría disertando sobre el tema, expongo sobre el tapete la necesidad de EDUCAR y AMAR. Entendiendo que cuando amamos a alguien, le atendemos, le comprendemos, nos preocupamos y nos hacemos partícipe de su vida.
Por eso mi invitación es a contrarrestar este efecto maligno que flagela nuestro mundo, con un paseo diario desde los linderos de nuestra zona de confort y de nuestras costumbres, hacia la persona eficiente y proactiva que queremos ser. Por eso la invitación es a convertirnos en mejores seres a través de actitudes orientadas a la felicidad y la plenitud; a sacudirnos el miedo, la culpa y el resentimiento, y luego de alcanzada nuestra paz, ayudar a los demás a conseguirla.
Tomando en cuenta que la violencia se está volviendo compañera habitual de los jóvenes en nuestro país (de hecho cada vez más chicos), se hace obligación orientar nuestros actos de servicio hacia este segmento de la población, y ayudarles, en la medida de nuestro juicio, a recibir una educación sana que les permita tener la visión de un futuro honesto y donde la DECENCIA sea la invitada de honor.
Y a nuestros niños: hijos, ahijados, sobrinos y amigos … prestémosle de nuestro tiempo, energía y atención para compartir con ellos, abrazarlos y mimarlos (es fundamental); para profesarles con nuestro ejemplo, con nuestros actos y nuestra inspiración que nadie es víctima de su destino porque tenemos el poder de elegir todo el tiempo (responsabilidad de nuestras decisiones), y; para enseñarles que en cada tramo del camino, que en cada pequeña acción, que en cada carrera, en cada examen del colegio, en cada fiesta con los amigos, en cada encuentro, en cada tarea asignada, en cada proyecto emprendido tenemos la oportunidad de sacar de nosotros y dar: LO MEJOR DE LO MEJOR!
