Carta a Cheché

Fotografía: Lute Déniz

Mi santo negro, volátil y precioso, saltan trepidantes de mi plexo solar burbujitas encontradas de sentimientos diversos, y produciéndome mucha sed, como cuando se come melcocha, busco refrescar mis ansias y calmar mis anhelos al dirigirte estas líneas, que por lo menos 38 personas van a leer.

Creo que ya ha pasado año y medio desde que por primera he visto una fotografía tomada por ti, cargada de colores, de pasión y de protesta, que me abofeteó de inmediato, me tomó del cuello y me obligó a escribirle una descripción basada en una historia que de mis entrañas taponadas de deseos, como combustión espontánea, simplemente surgió.

Desde entonces las imágenes capturadas por tus ojos adiestrados por la lucha diaria y la esperanza de quien se niega a darse por vencido, han servido como mi más directa fuente de inspiración. Fueron tus fotos, y unos cuantos sucesos más, los que con fuerza me han empujado al precipicio excitante de las letras y los profundos análisis de los contrastes en blanco y negro del corazón y la sobreexposición saturada del alma, que promiscua y filántropa se ha dedicado a amar. (OJO: no estoy diciendo que soy prostituta o fácil, simplemente hablo de una actitud que he tomado en la vida, a nivel general y sacando de contexto el plano sexual).

Pocas cosas me daban más placer que mirar tus series de fotos en facebook o en tu blog y esperar el impulso cerebral que en forma de chispa calentaba mi mente y le ordenaba a mis dedos teclear frases, poemas, ensayos, análisis o palabras aisladas. Ahora que me atrevo a escribir sobre la pérdida malaya fraguada por los amigos de lo ajeno, no debo explayarme mucho en describir el vacío que este suceso me produce.

Ya han transucurrido par de semanas desde tan macabro suceso, y aparte del vacio ya mencionado en mi imaginario creativo y sugestivo, (siento que me quedé sin el proveedor principal de mi materia prima), también me he transportado en el tiempo hasta hace justo un año atrás, en el que yo también fuí víctima de la sustracción de una de mis más valiosas posesiones y eficiente instrumento de trabajo. Y ahora, presa de un ataque furtivo de ira que se había quedado escondida en el pasado, guardé silencio para no explotar en improperios y hacerte sentir peor, y decidí esperar la calma y el triunfo de la razón sobre la impotencia.

Se que aunque ya has superado el percance, y que la solidaridad de tus amigos y colegas te ha llenado de alegría y satisfacciones el pecho, le queda a uno una espinita clavada. Sabiendo también que has decidido dejarte llevar por los soplos del destino, y enrumbar tus pasiones y talentos hacia otra de las artes preciosas, la música, te recitaré a ti lo que me dije a mi misma hace un año atrás:

Sólo te han robado la cámara, el artefacto que te permitía desarrollar tus labores y proyectos. No se llevaron tu cerebro ni asertividad; no se han llevado tu talento ni creatividad; no se han llevado tu alegría ni tus ganas de luchar; no se llevaron tu habilidad de respuestas ni esas imágenes que la vida más adelante te proporcionará; no se llevaron tu mágica y enigmática presencia ni tu capacidad de trabajar.

Ya encontrarás asidero en tus nuevos proyectos, y bienestar en tus nuevos caminos. Ya alcanzarás la cúspide espiritual de la paz con tus nuevas vivencias, y gozo frente a la euforia de los públicos ibéricos. Ya encontrarás la pasión en el estupor de las fusas y semi fusas, y motivación al querer comprarte otra burrita que te lleve a soñar.

Y yo, seguiré inspirádome en tus logros, y en las ideas que expresas con tanta fuerza y vehemencia . . . en tus letras agridulces, en la ilusión de un próximo encuentro en nuestra Madrid secreta, y en la universalidad que tu mismo te ingenias para alborotar conciencias y hacernos reflexionar.

Te quiero un montón!