Sobre @ArizonaRockCoach

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Princesa Hechicera del Reino Indómito de Urumaco; guarapera empedernida, coach ontológico, pasajera, y transeunte de una vida Sin Desperdicio

Guarapo

La Real Academia Española explica que la palabra "guarapo" es una voz quechua cuya definición reza: "Jugo de la caña dulce exprimida, que por vaporización produce el azúcar".

Para nosotros los venezolanos, el guarapo aparte de refrescar, también se asocia al temple y poder de decisión. Este blog tiene por meta refrescar con dulzura la fuerza en el corazón, y ayudarnos a continuar con optimismo y coraje este incierto camino que, cada vez más escabroso, se llama vida.

sábado, 7 de agosto de 2010

El perdón o la licencia para vivir by Freddy Sanchez Leal

Por Freddy Sánchez Leal

www.freddysanchez-leal.com @fjsanchezleal

(Tuiteando se encuentra y se reencuentra uno con gente espectacular, que aporta ideas, que sueña, que motiva, que crece más cada día, que hace que las redes sociales tengan sentido, que se atreve a ser feliz y escribe artículos fantásticos como este que comparto con ustedes. Disfrútenlo, gracias FJ!)

El hombre, provisto de una naturaleza maravillosa, hecha a semejanza (¡no igualdad!) de su Creador, tiene además una tendencia al desorden, de intensidad y características variadas según la personalidad y marco referencial de cada individuo. La razón, asistida por la cultura pero limitada por el entendimiento y por la capacidad de percepción de los sentidos, puede hacer que, con todo y la mejor intención, defendamos posiciones erróneas. Finalmente, todos estos aspectos aunados a la maldad (definida como ausencia del bien), cuya presencia y poder en el mundo son inescrutables, permiten que un hombre ofenda a otro, que lo hiera o que le quite la vida ya sea física o moralmente.

Cuando un hombre ofende a otro, cualquiera que sea la intensidad o grado de la ofensa, no sólo le causa un daño físico o moral al otro, sino que le carga su conciencia con el deber de perdonar. Por ley natural es preciso devolver el daño que se nos causa para «saldar la deuda» y limpiar la dignidad manchada. De allí el «ojo por ojo y diente por diente», todavía hoy de práctica intensa y sostenida pese a su mala propaganda por parte de las organizaciones de derechos humanos. Perdonar no es hacer como si nada pasó, sino liberarse (y liberar al otro) del natural derecho a la revancha pues la comisión de la venganza más que resolver agrava el problema y comienza un círculo de odio que no acaba hasta que se extinguen las partes. El rencor, o resistencia a perdonar que se abriga en el corazón y mancha al alma pues falta a la caridad, mata al individuo (en ambos sentidos psicosomático y espiritual de la palabra), o en el mejor de los casos lo confina a una vida llena de dolor. El rencor es el Mar de los Sargazos de los navegantes portugueses, rémora que no deja avanzar la nave de la existencia y la deja a merced de los monstruos submarinos de la imaginación alimentada por el odio.

No es fácil perdonar—y nadie dijo que lo es. Poner la otra mejilla no significa ser ingenuo sino que es pagar uno mismo la cuenta que dejó el otro y poner los medios para que la ofensa no se repita, y si se repite hay que empezar esta historia de nuevo. Pienso que el perdón más difícil es el de uno mismo. El aceptarse con defectos, el entender que no bastan las ideas claras sino que hay que poner los medios. Entender que hay defectos con los que se carga toda la vida pero que son necesarios para pulir las aristas de la personalidad y para bajarnos de la torre del orgullo y la vanagloria. Para perdonar hay que conquistar la República del Interior, ese territorio virtual donde reside nuestra alma, nuestro espíritu, la sala de máquinas de la nave existencial, espíritu ligado al Creador por una carretera de doble vía. Un canal siempre está abierto: el de Allá para acá; el de acá para Allá está sujeto al ejercicio de nuestra propia libertad.

Perdonar requiere tiempo, a veces toda la vida, pero nunca es tarde para hacerlo mientras se pueda. Perdonar educa al ofensor y hasta lo puede convertir en el más fiel de los amigos. Perdonar es un deber, una necesidad de vida; perdonar es pues dar y darnos licencia para vivir.


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