Fotografía: Melkier Jordán
Heme aquí mirándote, perdida, distraída,
con la mente haciéndome volar a lejanos parajes
sobre nubes hechas con suspiros
y magnánimo carruaje halado por corceles de coraje.
Que ya me falta tan poco para terminar de limpiar
el desastre que dejaron antes en mi corazón.
Y si me esperas un poco, sin premura y con esmero
verás que no habrán errores, que valdrá la pena y me darás la razón.
Entró a mi vida sin permiso y sin invitación
uniendo su melancolía en perfecta sincronía con la mía
y en un soplo del viento, cuando menos yo esperaba,
sintiéndose paradójicamente incompleto, se llenó de cobardía.
Hay hombres que asumen la perfidia
como nicho cómodo, como hogar y estilo de vida.
Y pues, como no había nadie ocupando el cuartico
yo de tonta, y sin arrepentimientos tardíos, le di cabida.
No le pedí nada, ni por favor,
"que todo fluya" es mi lema, es mi manera, mi premisa.
Alivió mis angustias y temores, me empujó a la aventura
pero ni las gracias me dio cuando apuradito anunció su partida.
Y ahora que el tiempo mis heridas curó,
te veo tan diáfano y tranquilo, tan suave y optimista
que me estoy apurando con la escoba y el trapo,
recogiendo vidrios y regueras, poniendo flores, para recibir tu visita.
Al tirano le doy gracias sinceramente,
por haberse ido raudamente sin ni siquiera voltear.
Por lo menos tuvo LA CORTESÍA de cerrar la puerta suavecito
y sin llave o candado, para que tú, cuando gustes puedas entrar.
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