Sobre @ArizonaRockCoach

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Princesa Hechicera del Reino Indómito de Urumaco; guarapera empedernida, coach ontológico, pasajera, y transeunte de una vida Sin Desperdicio

Guarapo

La Real Academia Española explica que la palabra "guarapo" es una voz quechua cuya definición reza: "Jugo de la caña dulce exprimida, que por vaporización produce el azúcar".

Para nosotros los venezolanos, el guarapo aparte de refrescar, también se asocia al temple y poder de decisión. Este blog tiene por meta refrescar con dulzura la fuerza en el corazón, y ayudarnos a continuar con optimismo y coraje este incierto camino que, cada vez más escabroso, se llama vida.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Discúlpeme Señor Choro

Fotografía: Cheché Díaz Yugurí

Tengo en el pecho un revoltillo de emociones, que justo en este preciso instante no puedo controlar. Siento la fuerza de un tigre, que ante las amenazas de un mundo hostil no quiere dejar de rugir. Siento un fajo de girasoles que sin sol no saben a donde girar. Estoy consternada, sorprendida, vilipendiada, atónita, compungida y atribulada, no se que voy a hacer.

Si bien es cierto que todos somos parte de un todo, a la vez somos pequeños motorcitos de energía que vibramos en distintas tonalidades y en diferentes revoluciones. Como sabrán, hace algo más de dos semanas fui nuevamente víctima del hampa común, y en las próximas líneas extenderé el relato con la intención de hacerles comprender un poco mi malestar.

Vacilaba junto a mi compañera hertziana @anamilux en un taxi que nos trasladaba de mi oficina al edificio Galaxia de Coro, donde funciona la sede de la Mega Estación para el estado Falcón. Eufóricas de la alegría de presentar un proyecto para la mencionada radioestación, reíamos a carcajadas con el conductor quien en un ameno abuso de confianza nos deleitaba con su animosa interpretación de los temas de la agrupación mexicana "Camila". Y no puedo dejarte de amar . . . cantábamos el coro, hasta el momento de llegar a nuestro destino, que por cierto, está ubicado muy cerca de la casa del Alcalde de la ciudad mariana.

Nos bajamos del carro sin precaución y en un jolgorio con el #taxistacantante. Yo, con el teléfono en mano para apresurar la apertura de la puerta, y Anita, también portaba su móvil. Luego de dos intentos tocando el intercomunicador para que nos abrieran la puerta, a eso de las 7 p.m. se acerca un moreno con firmeza, quien en medio de nuestra inocencia, (porque pensamos que el muchacho lo que quería era abrirnos la reja) nos despojó bajo coacción de mi teléfono y nuestros bolsos completos, lo único que me dejó fue la carpeta contentiva de la propuesta a presentar.

No me quejo porque aunque ningún asalto es civilizado, este fue rápido, sin violencia y hasta gracioso. Nuestras primeras reacciones luego de perpetrado el acto delictivo fueron de sorpresa, rabia, indignación y culpa. De culpa, si! una de las cosas que le dije a mi amiga luego de marchado el Sr. Choro fue lo siguiente: Anita, el tipo nos mintió, ese no carga ningún hierro, y no es tan grande, entre las dos le hemos podido dar una super coñiza. O sea, me sentía burlada, como que le hice muy fácil el trabajo al amigo de lo ajeno al entregarle sin mayor resistencia mis pertenencias y artículos de gran utilidad para la ejecución de mis tareas cotidianas. (Aunque después nos enteramos que no andaba solo y que por lo general está armado).

Y lo más arrecho del caso, y me perdonan el término, es que luego de hacer las diligencias respectivas, de pasar el susto, de empezar a reírnos al echar el cuento y de agendar las acciones a seguir para la recuperación de lo perdido y la seguridad respectiva a los productos bancarios, todas las personas que nos escuchaban la historia nos replicaban el mismo discurso: Que bolas tienen ustedes, ¿Cómo van a cargar el celular en la mano? Como haciendo ver que fuimos las culpables de haber sido asaltadas. ¿Es que acaso yo llamé al Sr. Choro? ¿Es que yo lo busqué para darle las vainas que con tanto esfuerzo me he comprado? ¿Es que yo salí en la madrugada por un callejón oscuro pidiendo ser robada? ¿Es que ahora la que cometió el crimen fui yo y no el Sr. Choro?

Se revela tristemente una realidad que golpea desafiante nuestros rostros en espera perpetua de una reacción: NOS HEMOS ACOSTUMBRADO AL CRIMEN, y ya nos parece normal, natural, cotidiano y común. SEÑORES los antisociales son ellos, los que operan al margen de la ley son ellos, y la LEY aunque ya se nos haya olvidado, se formula para cumplir el objetivo de definir nuestros derechos y establecer una mejor convivencia. Yo no le falté el respeto a nadie, no hice nada ilegal, no actué de forma indebida, y no me metí con el Sr. Choro, es más yo a ese señor ni lo conozco, yo no se quién es él, nunca en mi vida lo había visto, yo jamás le he hecho mal, y por lo tanto no justifico el ataque al que nos sometió y menos el crimen de habernos despojados de nuestros artículos totalmente bien habidos.

No es normal salir a la calle pidiéndole a Dios y a cualquier entidad extrasensorial regresar con vida a la casa; no está bien encerrarnos tras las rejas para tener un poco de paz en el hogar; no es aceptable ajustarnos nosotros, que somos mayoría, al estilo de vida hamponil; no es común la paranoia neurótica en la que nos vemos sumidos los venezolanos; y mucho menos dejarnos perder nuestros espacios, nuestros horarios, nuestros enseres, nuestros dispositivos, nuestras vidas.

Tendremos que salir en cambote, aprender artes marciales y defensa personal, cargar con los gases en las carteras para no mancharnos de sangre o provocar un mal peor, cargar un pito, organizarnos en comisiones de seguridad, sapear, tomar cursos de rescate, colaborar con las escuelas de policías, hacernos superhéroes, y arrecharnos de verdad. Ya está bueno de dejarnos quitar terreno por miedo, total, ya con un gobierno que nos criminaliza a nosotros, nos estamos viendo obligados a adquirir las mismas pericias que un delincuente. Nos estamos dejando quitar todo: los bienes, los inmuebles, la paz, la salud mental, los medios de comunicación, las empresas productivas, los sueldos, los aguinaldos, las navidades y lo que es peor, la dignidad.

Discúlpeme Señor Choro, yo no se quién es usted, y aunque imagino que sus oportunidades no fueron las mismas que las mías, eso no lo justifica a ud. Usted, tampoco sabe quién soy yo. Disfrute de sus proezas durante estos días, porque no siempre este país va a ser así.

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