Sobre @ArizonaRockCoach

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Princesa Hechicera del Reino Indómito de Urumaco; guarapera empedernida, coach ontológico, pasajera, y transeunte de una vida Sin Desperdicio

Guarapo

La Real Academia Española explica que la palabra "guarapo" es una voz quechua cuya definición reza: "Jugo de la caña dulce exprimida, que por vaporización produce el azúcar".

Para nosotros los venezolanos, el guarapo aparte de refrescar, también se asocia al temple y poder de decisión. Este blog tiene por meta refrescar con dulzura la fuerza en el corazón, y ayudarnos a continuar con optimismo y coraje este incierto camino que, cada vez más escabroso, se llama vida.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Petra González

Petra González vive en Urumaco, un reinado indómito de fósiles, carbón y resequedad, situado geográficamente en el occidente del estado Falcón en Venezuela, y hablo de geografía porque para los que descendemos de su tierra árida cubierta de tunas y cardones, el pueblo lo llevamos en el corazón.

Aunque el lazo sanguíneo está disuelto por el astringente de las generaciones, ella ha estado en mi familia desde que nació. Es ahijada de mi abuela, la Doña: estricta, machista, severa, dominante, alegre, generosa, rebelde, justiciera, visionaria y emprendedora. Y luego, con la nobleza propia de aquel que no conoce que existe más de un destino, se avocó en cuerpo y alma a ayudar con las tareas domésticas de la casa y la crianza de mi papá y mi tío.

Los Hermanitos Valles crecieron, entre cardones y tremenduras, fueron llevados a terminar bachillerato en Coro, y luego, a punta de chinchorros y chinelas, a la ULA fueron a dar. Graduados y con posgrados, se casaron y comenzaron a procrear. En ese momento Petra se convirtió en nuestra Nana, dividiendo sus días entre los corrales de Urumaco, los rockeros de Casacoima y los muchachitos de Yandito.

Ahora que la familia creció y se ha extendido a una nueva generación, mi tía Petra, sintiéndose senil, no se ha atrevido a cuidar de los nuevos integrantes y se ha especializado en: ponerle amor a sus comidas, sobretodo al chicharroncito jugoso que prepara cuando está de buen humor; oficiar los sagrados rituales de nutrir con agua el acervo floral de las propiedades; atender enérgicamente a las mascotas; y darle calor a los palacios de la familia cuando sea preciso.

Empero de ser muy querida, sobretodo "requerida", no creo que nadie en mi familia haya escrito de ella. Y aunque no ha conocido más misión que dedicar su vida a nuestra crianza, yo desconozco el día de su cumpleaños, sus hobbies, sueños, anhelos más encumbrados y sus platillos favoritos.

Dedicar su vida al servicio de los demás, es lo único que ha hecho. Nunca se casó. Nunca engendró. Nunca ha pedido nada, y hasta el momento, ninguna enfermedad le ha impedido continuar con su labor. A sus 83 años, Petra tiene una figura envidiada por mujeres de 50 (y hasta de 40), y su piel marcada por la inclemencia del Sol no transgrede su frescura. Su cuerpo no ha sido profanado por la mano del hombre, su ego no le ha dado entrada a la vanidad, y su mente no ha sido corrompida por la ambición.

Le agradezco haber delatado mis fechorías adolescentes porque ha sido parte fundamental de mi educación y recibí como una bendición ser testigo de un instante único en la vida, protagonizado por ella en días recientes, cuando preparándonos en la casa para ir a la boda de mi prima en la ciudad estática (Punto Fijo según mi adorado @Le_Chaparrex) mi madre y yo en serio operativo nos encargamos de hacerle un extreme makeover.

Ese momento fue glorioso: mi madre ponía color a sus labios resecos de tanta soledad y yo con el secador de pelo le daba forma a sus canas. De los poros de mi tía solo se transpiraba, candor e inocencia, y el ambiente tenía el poder de transportarla, solo a ella, 70 años atrás. Parecía una quinceañera preparándose dulcemente emocionada a su primera fiesta. Escuchar la voz finita de mi tía con su acento campechano decir: "no me echen tanto maquillaje" sacudió mi pecho con suprema emoción.

Sólo con ese instante mi vida tuvo sentido. Sólo con sentir que, en trabajo mancomunado con mi reina poderosa, le daba un poquito de alegría a mi tía, que de alguna manera cuidaba de ella en el frívolo aspecto de su apariencia, que llenaba su alma con un poquito de seguridad y que a través de ese acto le mostraba, aunque en pequeña escala, mi amor, llenaba mi plexo de mariposas y mis ojos de lágrimas contenidas.

A veces paseamos por la vida pensando que merecemos ser homenajeados por los demás, que como hemos sido golpeados en más de una ocasión la vida nos tiene que rendir tributo, y nos olvidamos que en el acto de dar también hay placer y beneficio, y que para hacer crecer el alma hay que olvidarse un poco del YO, y abrirle el pecho a los demás.




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