Fotografía: Falcón Total
Aunque no me vio nacer, Santa
Ana de Coro es mi ciudad.
Ya con algún tiempo trabajando
en la mariana, mi madre, como buena maracucha, fue a parir sus hijos a la
ciudad del Sol Amada, y empero de que todos mis cariños maternos están allá,
nunca me sentí marabina, ni atraída en lo más mínimo a aquella ciudad en la que
pernocté varios meses en unas pasantías, y que visito con frecuencia para
encontrarme con el afecto de mi maravillosa y entrañable familia.
Por supuesto, los de Maracaibo
también venían y siguen viniendo a Coro, a nuestro encuentro. Y en esa marea de ires
y venires, durante
un tiempo tuve que escuchar con molestia y dolor comentarios desdeñosos y
prepotentes de un tío y sus hijos en relación a Coro, y su cualidad de ciudad
pequeña, humilde y conservadora. "Es que esto es un pueblo,
aquí no hay nada, le falta mucho para que pueda considerarse ciudad". Y aunque en ningún momento pensé en retirar mi aprecio a estos
familiares, a quienes quiero un mundo, y con quienes conservo una
relación especial, sí recuerdo las agudas heridas que se abrían en mi alma cada
vez que propinaban un comentario odioso. Primero porque no tenía los
argumentos para rebatir, ya es cierto que no tiene el urbanismo, las avenidas,
los edificios, los grandes centros comerciales, las franquicias y tantas otras
cosas que hay en las ciudades más pobladas del país. (luego ya de adulta
entendí que no es mi culpa la falta de malls, y que ese precisamente sea uno de nuestros encantos, depende de cómo
se mire el cristal); y segundo, porque el desdén me ofendía a mi como coriana
por convicción, que más que sentirse ciudadana, se sabe embajadora, se sabe
ciudad.
Lamentablemente, nunca pudieron
entender el encanto que yace en las ciudades pequeñas, donde todos cohabitamos
como en una fraterna vecindad; en la que la inseguridad es una novedad, puesto
que hace años uno jugaba en la cuadra tranquilamente hasta la noche con sus
vecinos, lo mismo hijos de quienes se piensan aristocráticos que descendientes
de humildes hogares; una ciudad que se asombra ante la astucia y que camina
despacio; que habla cantadito y sonriente, y no está pendiente de ser más
ostentosa que las demás; una ciudad que celebra la vida y la dicha de recibir
la visita de los demás; una ciudad feliz y orgullosa del pasado, y que tal vez
por eso no sepa como mirar más allá.
Sí, los maracuchos y los
centrales son muy pilas, y rápidos de mente; muy amplios de criterio,
actualizados y ostentosos; son muy regionalistas y orgullosos. Bien por ellos.
Nosotros somos cordiales, hospitalarios y confiados; somos nobles de
sentimientos, solidarios, apegados a nuestras raíces, firmes y obstinados a la
hora de tomar una decisión. No hay mejores ni peores gentilicios, somos
diferentes, es todo, porque así lo quiso Dios.
Y reflexionando sobre aquella
frase acuñada por el profesor Tito Guerra: "A Coro le hace falta gente que la quiera", yo, sin ánimos de
irrespetar el legado del cronista de nuestra ciudad, cambiaría una palabra a la
oración y la reescribiría así: "A
CORO LE HACE FALTA GENTE QUE SE QUIERA". Ya es el momento de que
entendamos, todos los que vivimos en la ciudad, que aunque bajo la
administración de otras personas, escogidas por nosotros, TODOS SOMOS LA
CIUDAD.
Yo soy Coro, así como la viejita
que nunca ha salido de aquí. Yo soy Coro, así como los que han venido de otras
ciudades y de otros países a forjar con esfuerzo su destino. Yo soy Coro, así
como el estudiante que vino a formarse aquí. Yo soy Coro, y tu también. Por eso
cuando veo sus calles sucias, repletas de basura y bolsas plásticas, me siento
sucia y fea yo. Cuando veo que la inseguridad nos está robando las conversas en
los porches y la tranquilidad, me siento ultrajada yo. Y cuando veo las vías
interrumpidas con los baches y huecos, me siento incompleta yo.
No veo a Santa Ana de Coro como
el territorio donde vivo, sino como un ser con vida que es parte esencial de la
mía. Y así como yo, otras tantas personas que llevan el gentilicio con orgullo,
y en su rol de protagonista de la historia se toman la molestia de aportar, así
sea en pequeñas dosis, al desarrollo y crecimiento de nuestra encantadora
ciudad.
Y en la medida en la que más
gente se sepa parte activa e importante de la mariana, en esa medida estará limpia y ordenada
nuestra ciudad, porque a todo aquel que camine por la Manaure le dolerán las
costillas y se agachará a recoger un papel, o por lo menos no botará basura. En
esa misma medida seremos más exigentes con nuestros líderes gubernamentales,
puesto que estaremos en la capacidad de ofrecer solución y no ser parte del
problema. Y en esa misma porción crecerá y mejorará la ciudad, porque todos
como individuos queremos crecer y vivir mejor.
Tu eres Coro, que no se te
olvide jamás. No veas el afecto por la ciudad como una materia obligatoria del
colegio, o como algo ajeno que no te incumbe. Siéntete familia, amiga, novio,
amante y responsable de las cosas que aquí suceden. No te abandones a la queja
fatua y vacía, más bien piensa qué puedes hacer hoy para que esta sea la ciudad
en la que realmente deseas vivir. Quiérete más.
ESte post lo debí publicar ayer, el propio día del Cumpleaño de Coro, pero como el internet falló, la publicación también!!! Sorry, me disculpo!
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