Sobre @ArizonaRockCoach

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Princesa Hechicera del Reino Indómito de Urumaco; guarapera empedernida, coach ontológico, pasajera, y transeunte de una vida Sin Desperdicio

Guarapo

La Real Academia Española explica que la palabra "guarapo" es una voz quechua cuya definición reza: "Jugo de la caña dulce exprimida, que por vaporización produce el azúcar".

Para nosotros los venezolanos, el guarapo aparte de refrescar, también se asocia al temple y poder de decisión. Este blog tiene por meta refrescar con dulzura la fuerza en el corazón, y ayudarnos a continuar con optimismo y coraje este incierto camino que, cada vez más escabroso, se llama vida.

sábado, 18 de junio de 2011

Para Dar Amor

Fotografía: Cheché Díaz Yugurí


En días pasados tuitié: "el mundo está enfermo porque hay escasez de amor. Vamos! a Dar Amor!". Postié esta frase pensando en las personas que han crecido sin amor y por lo tanto se resienten; también pensé en los que unen sus vidas con otras personas por las razones equivocadas y viven atrapadas en una jaula de desolación; pensé en los viejitos que no son queridos por sus descendientes y mueren solos y carentes de ternura; pensé en los que no se sienten aceptados y por lo tanto no aceptan que hay que convivir con los demás; pensé en aquellos que no se sienten capaces de cumplir sus sueños y viven una vida que no es la de ellos, sino la que han heredado de los demás; pensé además en quienes creen que el trabajo solo es una fuente de ingreso económico y no ven que puede ser un medio de realización; y pensé en aquellos que no han recibido disciplina ni educación y que no saben como tratar el planeta.


El amor está en la naturaleza del hombre, así como la ira y la soberbia, y se alcanza con altas dosis de seguridad, sinceridad y confianza. El amor es una llama fogoza que da calor a los corazones y que dada con humildad y en buena lid puede generar energía como los caballos de un motor. El amor se esconde en los gestos cotidianos, esos que nos hacen humanos y seres llenos de luz. El amor está en tus manos, esperando para ser ofrecido y para ser recibido.


Para dar Amor no hay que ser santo, ni angelito; no hay que ser Monje o Siddharta. Para dar Amor no hay que ser Karol Wojtyla ni Teresa de Calcuta; no hay que ser Ghandi ni Mandela. Para dar amor no hay que vivir en lo alto de una montaña, ni vestirse todo el tiempo de blanco. Para dar amor solo se necesita quererlo y abrir los brazos y el corazón sin esperar nada a cambio.


El amor yace reposando en una sonrisa sincera, y en la frase "por favor", se genera cuando una madre abraza a sus muchachos y cuando alguien escribe una canción. El amor está presente cuando en la pareja hay respeto y admiración; cuando se respetan las leyes, cuando se atraviesa la calle por el rayado, y cuando un amigo acongojado viene a recibir aliento y comprensión.


El amor aletea divertido en las enseñanzas de un verdadero maestro, en la cortesía con los extraños, en las tiendas de regalo y en los lugares de contemplación. El amor gira sus agujas dadivosas cuando se defiende la justicia, se recitan mantras, se ora por los hijos y se respeta la integridad de los demás.


El amor renace verdecito cuando cerramos los grifos y no echamos basura a la calle; cuando cuidamos las plantas y reciclamos el papel; cuando reducimos el consumo de bolsas plásticas y no echamos colillas al mar. El amor se explaya confianzudo cuando toleramos el estilo de vida del resto de la humanidad.


El amor se planta firme y victorioso cuando nos resistimos a la tentación de pelear en las inhóspitas calles, cuando no devolvemos la hostilidad que nos profieren, cuando jugamos como niños, y en el certero próposito de mejorar. El amor avanza en el terreno cuando abrazamos con frecuencia y nos hacemos promotores de la paz.


El amor se yergue altivo y orgulloso cuando cedemos en nuestros intereses para darle a los demás, y en el honesto cuidado de un médico a su paciente. El amor atraviesa distancias cuando cenamos en familia, cuando regalamos la luna, regalamos flores coloridas o contemplamos un atardecer.


El amor se pavonea caprichoso en los besos adolescentes, en las huellas en la arena, en las lecciones de un padre y en las carreras de obstáculos. Se esparce como escarcha en las danzas tribales, en las rodillas en el suelo, en los sueños de libertad y en la entrega de antiretrovirales.


El amor se posa majestuoso en el castigo que imparte una madre, en las clases de yoga y en las loncheras del colegio. El amor se refresca suave y cristalino cuando se escribe una carta romántica o una lista de mercado; cuando se toma una medicina, cuando se recogen las regueras y se prepara una sopita de pollo.


El amor cabalga retozón en la defensa de los derechos, en los masajes, en el café de la mañana y en la poesía. El amor acaricia sigiloso en la esperanza del enfermo, en la responsabilidad en los deberes, en la búsqueda de la luz y en las promesas ante Dios.


Y así podría pasarme la vida escribiendo sobre los actos cotidianos de amor . . . Lo importante es saber que hay más amor del que pensamos, y que para emparejar un poco la cosa y mantener el balance del universo, tenemos nosotros, sin esperar lo mismo de los demás, que empezar a frotar nuestras alas y patitas, vibrar en sincronía, hacerlo sonido, compartirlo y volverlo realidad.

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