Fotografía: Luís Gerardo García
¿Quién dice que el camino al éxito tiene que ser empinado y caluroso?
¿Quién dijo que el esfuerzo es un monstruo de dos cabezas que nos toma por el cuello y por los pies a la vez, e intenta rompernos?
¿Quién dijo que ganarse las cosas con sudor y empeño implica una dolorosa caída libre sin canopia?
Es cierto que los logros se alcanzan con empeño y dedicación, con disciplina y constancia, y que esto supone un sacrificio,
pero al fin y al cabo si es una meta, es porque realmente lo queremos,
lo que debe representar un resultado positivo, un alivio, una satisfacción, una alegría
y no una tortura.
Aparte de acercarnos a las metas, las tareas diarias son deliciosas oportunidades de crecimiento que la vida nos presenta todos los días
y no las apreciamos porque estamos muy ocupados quejándonos
de que "tenemos que pararnos siempre temprano, a hacer siempre lo mismo, a cumplir horarios, a hacer esfuerzos, blah bla bla", y así toda una letanía de "pobrecit@ yo".
Mantenerte en estado de queja te roba energía y te limita.
Te pone gríngolas impidiendo que veas la belleza del camino,
porque sí, aunque llena de retos y situaciones difíciles,
el sendero es hermoso y está lleno de sorpresas preciosas
que te pueden llenar de gozo el pecho.
Solo hay que mirar con los ojos del corazón.
Y aunque el paraje ofrece tramos espinosos y encumbrados, también ofrece días de sol.
Y aunque hay cosas que tu no controlas,
hay una sobre la que sí tienes poder,
un arma reluciente que puede hacerte triunfar o fallar tu misión,
y que al menos podrá hacerte más llevadera la carga, y esa es la actitud.
Si no te gusta lo que haces, o la vida que llevas, elige cambiarla y buscar alternativas.
Hay mil caminos para llegar a Roma,
y a veces el más obvio no será el más conveniente para ti.
Intenta en este día detener tu mente acostumbrada a hacer y pensar lo mismo,
e imagina hacer cosas diferentes, sólo para variar.
Y si no te gusta el cronograma, elige cambiar el proceso
y ajusta hasta llegar a una fórmula que se
adapte más a ti.
Delega en otro los oficios que te resultan escabrosos
y ponle energía a lo que sí te gusta hacer.
Saborea la experiencia en tu mente de lograr esa jugosa meta
y enfoca tus esfuerzos con pasión y deseo,
y proponte triunfar.
Siempre podemos elegir. Siempre podemos cambiar.
Siempre podemos replantear las estrategias y vacilarnos la vida
surfeando sobre el longboard de la actitud.
¿Quién dijo que tu película tiene que ser aburrida o de terror?
¿Quién dijo que te tienen que azotar con un fuete para lograr TUS objetivos?
¿Quién dijo que trabajar y sudarse las cosas es malo?
¿Quién dijo que no tienes elección?
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