No lo voy a negar, me genera cierta angustia esto de sentirme en una cuerda floja,
de la que en algún momento me puedo caer.
Y es que son tantas cosas las que no controlo, y a veces tan desoladora la vista
que es fácil asustarse, y hasta llenarse de rabia e impotencia.
Y siento que ya una vez dominada mi técnica,
la vida y a quienes tengo cerca les da por tensar con malévola o confiada intención
y agregarle a mi recorrido más niveles de dificultad.
Camino sobre la cuerda, ya eso es suficientemente difícil.
Lo hago en tacones, y después pedaleando en bicicleta.
Lo hago con una barra, saltando obstáculos y sorteando peligros.
En las puntas de la barra se le cuelgan ladrillos que desequilibran la carga
y me invitan a replantear el trayecto.
Y al elevarme sobre mi en plano cenital
observo con desasosiego como la cuerda marca el paso por el medio de dos paredes
que cada vez más rápido se cierran,
estableciendo la sentencia del escaso tiempo que me queda de productividad.
Ahorita no tengo los ojos vendados,
desde hace rato acostumbro a mis ojos a ver el cuadro completo.
Así que veo el riesgo que implica
vivir cada segundo en mis zapatos.
Pero les voy a decir compañeros,
que son los retos los que me hacen fuerte,
y me invitan a pensar, soñar, imaginar y crear.
No miro hacia abajo el precipicio de los problemas,
sino que miro sonriente el otro lado de la cuerda,
aquel que me muestra la solución y el resultado que quiero.
Y aunque me asusten los obstáculos
y me sacuda el peso de nuevos ladrillos,
agradezco las pruebas, porque me invitan a hacerme mejor y más efectiva.
Yo elijo seguir caminando,
y ajustarme al nuevo peso.
Yo elijo saltar o quemarme las piernas cuando
se vienen las bolas de fuego.
Yo elijo mirar adelante, y sonreír hacia arriba
en vez de llorar y mirar hacia abajo.
Yo elijo avanzar cada día
y asumir el reto que esto supone.
Yo elijo aceptar el peso
que esté dispuesta a soportar,
y darme el regalo de saber qué tan lejos puedo llegar.
Yo elijo levantarme rapidito después de cada caída
y recordar que hay dos paredes que se cierran.
Yo elijo cantar y silbar
mientras aprieto en mis manos la fría barra que me da equilibrio.
Yo elijo asumir mi vida
como un video juego, de esos divertidos,
en los que hay que pasar de niveles y recorrer varios mundos.
Y aunque he desarrollado mi propio método,
y tal vez para muchos no he avanzado muchos niveles,
o me he tardado más allá de lo esperado en escalar,
yo elijo contar mis bendiciones y sentirme orgullosa
de las aventuras que he emprendido en la búsqueda de mis sueños.
Sí, de mis sueños, no de los que otro se forjó para mi,
o de los que alguien pensó "mejor" para mi.
Yo elijo seguir en esta cuerda floja,
y pintarla de colores.
Yo elijo instalarle a la bicicleta un reproductor para escuchar blues,
y pegarle a la barra las fotos de mi seres queridos para encontrar inspiración.
Es floja la cuerda, y tenso el camino . . .
pero yo elijo el ritmo de mi paso y cómo diseño mi destino.