Texto: Arianny Valles
Fotografía: compartida en facebook
Ciudad Bolívar y Toda Venezuela
camina ahorita por la calle, mirando para todos los lados y con cierta
velocidad: esto, para no distraerse y ser presa del hampa. Y caminamos desde
esta semana con una pícara sonrisa que se evidencia por una divertida muesca
por un ladito de la boca, como queriendo escapar de una seriedad defensiva que
la contiene. Si te has encontrado en esta situación, seguramente eres portador
alegre del #EfectoLimardo.
Si ya sabes diferenciar entre
una espada, un sable y un florete . . .
Si ya sabes el significado en
español de las expresiones francesas: En garde! Pres!!! Allez!!! . . .
y en tus juegos de manos y
muestras de cariño, tocas a alguien y gritas "Toucheé" . . .
Listo!!! estas bajo los embrujos
psicotrópicos eufóricos y embriagantes del #LimardoEffect, definido como esa
alegría colorina que emerge esperanzadora de entre los escombros de la desidia,
el miedo, la indolencia y la agresividad en nuestro colectivo corazón abatido
por la falta de moral, la impunidad y la inseguridad, como respuesta al triunfo
de Rubén Limardo en la esgrima olímipica categoría espada individual, quien se
hizo con una medalla de oro y así, se coloca junto al Morochito Rodríguez en el
medallero dorado de nuestro país, y junto a Ramón Fonst de Cuba, el otro
latinoamericano laureado con la máxima presea en esta disciplina desde la
historia de las Olimpíadas Modernas.
Con destreza, soltura,
confianza, velocidad vertiginosa y precisión quirúrgica este esgrimista
paisano, usando su mano zurda, (la que tuvo que utilizar luego de un percance
en patineta) de manera ágil, rauda y viva, envistió con rápidos ataques a sus
iguales de Egipto, Suiza, Italia, Estados Unidos y finalmente Noruega para
pararse orgulloso en el más alto escalafón del podio. Ya mi hermana me había
dicho que Limardo iba a ganar, porque él tenía un motivo: darle esa
satisfacción al alma de su difunta madre, quien lo acompañó, mientras pudo, a
todas sus competencias nacionales e internacionales.
Claro, ya Rubén había recorrido
otras pistas antes de Londres. La Copa del Mundo en París y los Panamericanos
de Santo Domingo en 2003, donde obtendría la Plata y la oportunidad de
continuar su entrenamiento en Polonia y estudiar psicología. Brillante
selección académica para alguien que se gana la vida enfrentándose con una
espada a diversos oponentes.
En 2004-2005 Limardo fue el
abanderado venezolano en los Juegos Bolivarianos de Armenia y Pereira. Y en
2007 en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro saboreó el sabor de la
victoria absoluta, para después en los Juegos Olímpicos de Pekín caer al primer
encuentro individual, y como equipo justo para los cuartos de final.
Ya en los Panamericanos de
Guadalajara 2011, con presea plateada en equipo e individual, el guayanés tenía
grabada en cada neurona de su cerebro y en cada vena de su cuerpo el gran sueño
olímpico. Así que verlo ostentando una medalla de oro, era algo que sus
cercanos sabían que en algún momento iba a suceder. Nuevamente se escucharon
las notas de nuestro glorioso Himno Nacional, después de 44 años, acompañados
con unas emotivas palabras de nuestro espadachín tricolor: "Esto
es por mi mamá, y para los niños, para que nunca dejen de soñar".
Aparte de la grata satisfacción
de sabernos provenientes de una tierra que pare glorias del deporte, esta
medalla se convierte en bálsamo aliciente y esperanzador dentro de este
transitar inhóspito y encumbrado; y más que eso, en la prueba fehaciente de que
cuando se quiere, se puede. Porque Rubén Limardo Gascón, quien recientemente
cumplió 25 años, practica esgrima
desde los 7, es decir, tiene 18 años visualizando en su mente la imagen de él
parado sobre el enorme podio, besando su medallota dorada. Y además, se ha
preparado física y mentalmente para lograr esta hazaña; y ¿saben qué? lo ha
intentado varias veces. Y aún después de haber perdido en China al primer
encuentro, no desanimó ni desechó su sueño. Solo tomó la experiencia como un
aprendizaje y se preparó.
Por supuesto, se estarán
diciendo: todos nuestros atletas se prepararon,
todos recibieron el apoyo de las instituciones. Y se estarán preguntando qué tenía
Limardo para destacarse por sobre todos los demás. Les escribí al principio lo
que me dijo mi hermana: MOTIVACIÓN. Cuando estamos impulsados por esa
fuerza vehemente que nos eleva en nuestros deseos y nos hace ver como
menudencias y pequeñeces nuestros defectos y las fortalezas del oponente, se
nos programa cada dendrita y cada hebra de esos hilos dorados que nos conectan
a todo lo que hay en el universo para tener un único enfoque en nuestras
mentes: el de no salir a intentarlo, sino salir a lograrlo.
Porque podemos tener la
condición física, y un entorno que promueva la práctica de cierta actividad;
Podemos conseguir los recursos para el entrenamiento adecuado y la adquisición
de los mejores equipos; podemos dominar la técnica y entender a ciencia cierta
las bases del juego, pero si no queremos GANAR, simplemente no será posible, y
esto es una realidad.
Si Rubén le hubiese dicho a su
tío, el que lo entrenó desde niño, luego del accidente en la patineta: "no
tío ya no quiero seguir con la esgrima, me da fastidio usar la mano izquierda,
yo soy diestro" . . . O hubiese tirado sus blancos guantes
después del primer fracaso . . . O se hubiese quedado atado al dolor de haber
perdido a su madre, otra hubiese sido la historia. Pero Limardo siempre quiso,
y usó los errores, los envistes del destinos y el dolor como armas propulsoras
hacia su destino.
Ojalá el #EfectoLimardo nos dure
largo rato, más que para dar a conocer la esgrima y acercarla a nuestro
colectivo diario, más que para hacernos sentir orgullosos, para que permanezca
en el tiempo esta sensación de certeza triunfalista que dará a más de uno, el
empujoncito que necesitaba para prepararse y lanzarse a la búsqueda de su
medalla de oro, sapiente inconsciente de que ya con atreverse automáticamente
se hace ganador. Y para seguir bajo los efectos de este suero estrellado que
nos devuelve el poder, y nos despeja la mente para recordar otra vez, que cada
quien es dueño y señor de su destino.
Y aunque jamás aparezca en una
revista médica especializada, me doy el gusto de acuñar el término en este
espacio, que al fin y al cabo he creado para esto: "Ladies and Gentlemen: This is Limardo Effect".
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