Curiosa brisa otoñal que llegas temprano, seguro con las ínfulas de siempre y tu casi imperceptible intención de empujarme hondo y con crueldad aquellas supurantes heridas que anidan en mi corazón
Extraña noche que me acongoja con estridentes repiques de tambor, con el olor a sangre marchita y con la pesadez de alas cansadas de dirigir el vuelo para nunca llegar a nada.
Pálida estrella que apenas brillas cuando la luna es de cachito, que de manera aguda y hasta mordaz, te vistes de ensueño para matarme luego con el desasosiego y el sinsabor tubérculo de la decepción.
Oscura calle que ya no recorro por temor a verme a lo lejos, débil y temblorosa quedarme con las ganas inquietantes, esas que me rasgan la piel por dentro de tanto quererme ir.
Funesto muro de los lamentos, hasta aqui llega mi canción, he de sentarme nuevamente a la sombra de un triste sauce a hacer barquitos blancos de esperanza, por si llora mis penas el árbol y se lleva en sus hojas, este, mi inconforme dolor.
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