Tiembla la noche vaporosa, ponzoñosa y taciturna; y cae el velo que además de la distancia me separa de ti . . . Y en una apertura del estrecho profundo que tengo que atravesar para llegar hasta ti, navego confiada y en sueños a un mundo en el que Sí eres posible para mi.
Sopla una suave brisa caliente de verano, fresca que transporta en su condición gaseosa inolora a chispas de colores, así, tu aliento. . . Y en una traición de la mente revivo aquel mágico momento en el que apartando con ternura mi cabello, acercabas tu rostro viril a las venas latentes de mi nervioso y receptivo cuello.
Suenan violines a los lejos, en tonadas tristes y melancólicas, como llorando en el viento por aquellas caricias que no pudieron escapar . . . Y en un descuido del cielo, cae sobre mi rostro simuloso aquella lágrima que encerré en mi pecho para no soltarla jamás. Eres tu quién se despide, no de mi, sino de cualquier remota posibilidad.
Y se retuercen mis entrañas y me golpea el corazón. Y solo tengo para ti silencios y el ritmo lento de una canción. Y asumo que este no es el tiempo, y que tampoco hay espacio para amar. Y me sacudo incólume la pesadez del abandono, y en medio de la distancia solo te digo elegantemente resignada ADIÓS!
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