El Mosaico Multicolor

Fotografía: Giovandro "Ñeñe" Richiusa

Ya más de una vez he dicho y escrito que todos somos minúsculos granos de arena ante la inmensidad del universo. Que somos pequeñas neuronitas entrelazadas e interconectadas por hilos indivisibles de energía, con el fin de darle vida a este gran engranaje omnipresente, vibrante y multidimensional. Nada es causal en nuestra existencia, y mucho menos la presencia de otras personas en ella, independientemente de la duración de su visita.

Cada ser humano al que hemos tratado ha tenido su impacto y contundencia en el desarrollo de nuestros acontecimientos, y por muy insignificante que haya parecido su estancia, nunca ha dejado de ser importante. Por algo fuimos concebidos en un vientre determinado, con una carga genética específica, dichosamente hemos tenido hermanos, y sino, otros familiares. Nos parecemos a todos y a la vez somos únicos. Y todos hemos sido vitales en la historia de todos.

Desde aquella maestra en el kinder, y los amigos de la infancia; el primo peleón de tu primo y aquel primer amor; la señora del transporte, el cepilladero de la esquina, el loco de la plaza, y el cura y su sermón; la novia de tu amigo, el romance de una noche, y tus familiares lejanos; aquel profesor de química, los compañeros de clases, el muchacho que casi atropellas y a quien le diste el primer beso; el que cantaba en esas fogatas y quien bailó contigo en las fiestas; la señora de la floristería, la tía siempre alcahueta, el portugués del abasto, el vecino brollero y el vendedor de piñatas; quien te dio tu primera chamba y el borracho impertinente; el amor de tu vida, el pediatra, aquella ancianita que ayudaste a cruzar la calle, el del camión de frutas y con quien te casaste; los compañeros de trabajo, tu alma gemela, ese profesor inspirador y tu abogado; el fiscal que te paró y la señora a quien chocaste; el que se metió contigo en la calle, quien una vez te ofendió, el instructor del gimnasio y el maestro de yoga; los amigos a distancia, el médico que te salvó la vida, los hermanos de arte, aquella enfermera malasangre, los platónicos idilios; el malabarista de la calle, los clientes, ese gerente inmamable y el dueño de la muñeca inflable. Todos, absolutamente todos son piezas grandes o pequeñas del mosaico de nuestras vidas.

Los ames, admires, ignores, respetes o repudies, todos han sido importante en tu camino para llegar a ser quien eres ahora. Por eso es importante atesorar los momentos y honrarlos de manera constante. Conversaba recientemente con un joven interlocutor, refiriéndose a un antiguo querer me decía: "no la puedo llamar EX porque no fue mi novia" a lo que yo le respondí: "no habrá sido tu novia, pero algo en tu vida fue, se merece respeto y ser considerada EX". Seamos agradecidos con el destino por habernos puesto en el camino de otras personas, a veces sin pensar hemos sido de ayuda o eslabones importantes en el desenlace de tantas historias. Respetemos el presente, y a quienes tenemos en Él, démosle amor ahora, así mañana cambiemos de parecer.

Y en este perenne transitar, nunca se está por saber cuánto durará en nuestro camino ese ser especial, cuanto valdrá el instante que se comparte, y que sucesos se desencadenarán con cada encuentro. Somos piezas indispensables de un gran mosaico multicolor, que nuestro brillo sea eterno para nunca ser olvidados, que nuestras acciones estén conscientes de que la vida da muchas vueltas, y que lo compartires sean fluidos, armónicos y decentes.

P.D. soy un porcelanato hermoso que simula acero con forma de teflón.