La vida premia. Siempre lo he dicho, y como mi mayor fortaleza es la gratitud, les voy a compartir una carta que me conmueve y me llena de orgullo. Escrita por María de los Ángeles Curiel, un ser de luz con quien he emprendido dos viajes maravillosos el Coaching y Conciencia Ciudadana. Esta carta para que se lo cepillen ha ganado varios concursos a nivel nacional.
texto: María de los Ángeles Curiel
Cómo
no amarte si eres mi origen y por mis venas corren tus colores. Desde
pequeña he recorrido cada uno de tus rincones; me esmeré por saber de
ti, de tus cielos, tus mares, tus llanos, tus montañas, tus lagos.
Nací
junto a tu desierto, crecí entre cardones y tunas, pero también me tocó
perderte poco a poco. Cuando me percaté de la situación, sentía que tus
colores y los míos ya no combinaban, y sí, tal vez por un tiempo me dejé
llevar por tantas personas y circunstancias que insistían en resaltar
tus grises.
Un día me encontré en una encrucijada: todo parecía indicar
que era el momento de atravesar tus fronteras, que no había oportunidad
para que tú y yo siguiéramos juntas. Pero un 06 de enero de 2014, en un
conato de cordura, decidí darnos una última oportunidad, un año. Solo
que esta vez yo lo haría diferente, decidí dejar de esperar por ti, y en
cambio salí a buscarte; entendí que era yo quien tenía que darte lo
mejor de mí, lo que ya nadie se estaba atreviendo a darte.
Decidí
dedicarte un año, a trabajar por ti, a construir para ti, a respetarte,
reivindicarte, honrarte, a no hablar mal de ti. Durante todo ese tiempo
me di cuenta de cómo me sonreías de vuelta, cómo tus grises se fueron
coloreando. Así pasó ese año, y sin darme cuenta me llevaste al único
rincón que no conocía de tu silueta, a tu selva, tu sabana, y allí, en
tu inmensidad, respirándote, comprendí que este amor tan puro no merece
ultimátum, porque fue capaz de perdonar, de sanar. Me sorprendí a mi
misma, enamorada como nunca de todo lo que tú representas; de tu magia,
de tu grandeza, tus ganas, tu voluntad, tu fuerza, tu empuje, de tus
amaneceres.
Pude haber escogido nacer en otro lugar pero te escogí a ti,
y te sigo escogiendo cada día, no porque tenga o deba quedarme en tus
tierras, sino porque Quiero hacerlo. Tuve que perderte para encontrarte
de nuevo. Así, renovada. Descubrí como se erguía mi pecho y mi frente se
alzaba con orgullo para decir “Yo soy Venezolana”. Hoy tengo la certeza
de que en cada uno de nosotros existe esa decisión de amarte
incondicionalmente, más allá de todo. Gracias por este amor, gracias por
el infinito aprendizaje
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