martes, 22 de junio de 2010

Negarse a los cambios es negarse a vivir.

La sangre que circula por nuestro cuerpo y el aire que nos da vida.

El agua que se evapora, se hace nube y vuelve a caer.

Las barbas del hombre y la silueta de la mujer. El niño que crece para luego envejecer.

El vuelo de la mariposa, el viaje de la hormiguita, el canto de la ballena y la muerte del elefante.

La tierra que gira y baila con el sol. La Luna envidiosa que mueve las mareas al ritmo de un son.

El viento que mece las hojas y las caricias que estremecen la piel.

Las ondas hertzianas, las sonoras y el internet.

Los amores que empiezan y nunca terminan, las relaciones que sí culminan.

El rubor de quien se enamora y la lágrima del que es infiel.

La lengua del camaleón, el salto de las iguanas y el ave que empolla.

La ola que revienta, y al instante vuelve a recoger. La tierra que escupe oro y diamante.

Las malas y buenas ideas. La Vía Láctea y cualquier otra constelación.

El pelo y las uñas que crecen. El cuerpo que enferma, y el que sana otra vez.

La inocencia infantil, la arrogancia juvenil. El cariño de la gente y la locura senil.

El fruto que era semilla, y se hace semilla otra vez.

El polvo que recorre los aires, la electricidad, el sonido y la luz destellante.

Los corazones rotos, las heridas curadas y los males de amor.

La araña que teje, el cocuyo que alumbra. La hoguera encendida y las militancias.

Los cerros que caen y la lava de los volcanes.

La erosión de los suelos, los estados de ánimo y la flor que se abre.

La fe en los humanos y en lo divino. Los ritos mundanos y hasta profanos.

La mueca de una sonrisa y las líneas de la mano.

La moda, tendencias y revolución de pensamientos. El hambre y las enfermedades.

Las escalas de valores, el poder de la oración y estos momentos sublimes de inspiración.

Todo en este mundo fluye en sinfónica espiral, danzando a un ritmo inaudible y universal que a veces sorprende por su inexacta precisión. Lo único que sí es un hecho es que nacemos para morir.
Todo se transforma, como dice Drexler. Todo fluye, se mueve, evoluciona. Y somos parte de él.
No te resistas al crecimiento, no te estanques, no desmayes, ni te dejes de mover. Negarse a los cambios es negarse a vivir.




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